En el 2005 una serie animada creada por Michael Dante DiMartino y Bryan Konietzko, llegaría a Nickelodeon creando un verdadero fenómeno con la audiencia. Con Aaron Ehasz como escritor principal y con tres temporadas en su haber, Avatar: La Leyenda de Aang planteaba la travesía de un niño de 12 años que era el último maestro superviviente de la Nación del Aire y que tenía que asumir la responsabilidad de convertirse en el Avatar, la única persona capaz de dominar los cuatro elementos para brindar equilibrio al mundo, mismo que está quebrantado por la Nación de Fuego y sus ansias de dominar el mundo.
Después de su avasallador éxito en televisión terminado en 2008, una dolorosa adaptación cinematográfica en el 2010 por parte de M. Night Shyamalan y de la creación de una secuela en La Leyenda de Korra (2012-2014), llega nuevamente una ambiciosa versión de live action para este complejo pero interesante relato, ahora por parte de Netflix. Buscando repetir lo logrado con la gran adaptación de One Piece de Eiichiro Oda el año pasado, esta primera temporada de ocho episodios del Avatar no logra dominar los elementos de la narrativa sólida creada por la animación.
La creación de un mundo donde cada pueblo tiene la capacidad de dominar un elemento así como los personajes que rodean a Aang, buenos y malos, que alimentan la narrativa de este relato, presentaban un gran potencial para ser explotado de forma adecuada. Sin embargo, el creador y showrunner de esta versión, Albert Kim (Sleepy Hollow), a pesar de los arduos intentos de mantenerse lo más fiel al relato en los elementos visuales, deja de lado elementos importantes de la historia, cambiándolos por una espectacularidad y escenarios fastuosos, haciéndose sentir como una copia de la animación más que una adaptación en sí.